jueves, 26 de noviembre de 2009

Una carta sincera


Son las 4 de la mañana, Miércoles, bueno, ya Jueves. Por más vueltas que doy en la cama no consigo dormir y tú no sales de mi cabeza. Tengo miedo, sinceramente, miedo a que tus fantasmas consigan alejarme de ti.

Sin querer he comenzado a recordar. Domingo por la tarde. Salí corriendo de mi casa hacia la moto, me puse el casco, con cuidado para no despeinarme demasiado y rápidamente salí en dirección al centro. Estaba nervioso, nervioso por ser la primera vez que iba a verte. Tan sólo nos conocíamos una semana y, realmente, no habíamos hablado mucho, pero había habido una conexión especial. He conocido a mucha gente a través de Internet de los cuales algunos aún permanecen en mi vida, habiendo llegado a ser grandes amigos o incluso, grandes parejas. Otros han pasado dejando un buen recuerdo pero sin mayor transcendencia. Y hay quienes prefiero ni recordar. Los motivos por los cuales he quedado con cada una de esas personas ha sido bastante variado y no era nada nuevo quedar con alguien "desconocido" con el que había cruzado unas cuantas palabras por el MsN. Sin embargo, hoy estaba nervioso. Ya en la primera conversación hubo algo diferente al resto.

Llegué al centro, aparqué y fuí al punto de encuentro. Me encendí un cigarro casi sin darme cuenta, como por costumbre y miré el reloj. "Bien, como siempre, puntual. Seguro que me toca esperar, siempre soy yo el que espera...". Iba por la acera, acercándome cada vez más hasta la esquina donde habíamos quedado y poco a poco iba acelerando el paso. Estaba ansioso por llegar, por verte, tenerte delante. Había mucha gente paseando, hacía una buena tarde y la gente disfrutaba de los primeros días del otoño, el cual arrancó con mucha fuerza pero que poco a poco nos devolvía a días más veraniegos que invernales. Y entonces te ví, al otro lado de la avenida que nos separaba. Estabas apoyado en el murete que rodeaba el edificio. Llevabas una camisa de cuadros azules y grises sobre el fondo blanco y remangada hasta la altura del codo. Los pantalones vaqueros, gris oscuro, y unas zapatillas estilo Converse en gris claro. Me miraste y sonreíste, con esa sonrisa que hacía que el sonido que emitían mis pulsaciones se convirtiese casi en un rumor contínuo de la velocidad con la que comenzaba a bombear sangre. Crucé la avenida, sin apartar la mirada, mientras tu te acercabas lentamente hasta el borde de la acera para encontrarte conmigo. "Buenas".

Ha pasado más de un mes y medio desde aquel encuentro, el cual se prolongó hasta la madrugada, dejando de lado compromisos. Nos dejamos llevar. Saltó la chispa y, esa noche, comenzó un fuego que poco a poco se va haciendo más grande. Va lento, pero va creciendo. Y es curioso que, a pesar de hablar a diario, habernos visto ya unas cuantas veces e incluso, haber compartido más de un bonito momento, me sigue costando mantener la calma cuando te veo.

Aún así cada noche comienzo a levantar un muro. Voy colocando ladrillo a ladrillo, entre la masa de cemento. Siempre procuro que sea bien alto, que quede bien asentado y que el cemento tenga un tiempo de secado lo más rápido posible porque tengo miedo de que alguien descubra que tras ese muro existe un corazoncito más frágil de lo que muchos puedan pensar. Miedo de dejarme llevar ante algo difuso. Pero por otro lado, ese miedo supone un reto y un riesgo, y como todo riesgo, conlleva emoción. Son miedos que cada mañana consigues echar por tierra, al igual que mi muro, que cae como si hubiese sido construído con ramas secas y barro, en cuanto me despierto y veo un mensaje tuyo en la pantalla del ordenador, dándome los buenos días y que hacen que me quede un rato en la cama mirando al techo, sonriendo, como sonrío ahora mientras escribo esto y recuerdo cómo son mis despertares últimamente.

Me encanta este cariño que nos hemos cogido. Esa rutina absurda que estamos creando de hablar a diario y que, poco a poco, se hace casi imprescindible. Ya me he acostumbrado a ti, y creo que tú a mi. Estamos cómodos, estamos bien. Sin más, pero tampoco menos. Si necesitas una mano que te coja, recuerda que estoy aquí, a tu lado.

martes, 24 de noviembre de 2009

Quédate así



Son las 10 de la mañana, Domingo, y estoy sentado en la cama junto al ordenador, haciendo tiempo hasta que llegues. No creo que tardes mucho.

Suena el móvil, eres tú. Termino de vestirme y bajo corriendo hasta salir a la calle. Tengo más ganas de verte de lo que me gustaría reconocer y de las que jamás te reconoceré. Empiezo a andar por la calle, hasta que nos encontremos a medio camino.

Ya te veo al fondo, me das las largas y aparcas. He podido ver tu sonrisa a través del cristal y sin quererlo, he sonreido yo también. No puedo evitar ponerme nervioso cuando te veo y siempre, las primeras palabras que salen por mi boca se traban con la lengua, emitiendo extraños sonidos parecidos a frases... Lo cual me pone más nervioso aún, por lo que opto siempre por ser escueto en el saludo e intentar tranquilizarme antes de empezar cualquier tipo de conversación. Tú no te enteras, intento disimular lo máximo posible, pero tengo la sensación de ser una quinceañera delante del chico "del insti" que tanto le gusta. Ridículo. Soy ridículo.

Ponemos rumbo a Cabo de Palos y casi sin darme cuenta nos plantamos junto al faro. Nunca había estado allí. La verdad esque, he viajado bastante, me he movido por cientos de ciudades y pueblos españoles pero, sin embargo, apenas conozco el litoral de mi propia tierra.

El paseo por el faro y la bajada hasta el puerto, por la orilla de las rocas y los desfiladeros, viendo cada pequeña cala, las aguas cristalinas, las zonas de buceo. Es única esa imagen. No puedo evitar quedarme callado en demasiados momentos, mirando el mar, sintiendo el viento, mirándote y ver cómo disfrutas observando las playas, respirando el salitre y oyendo a las gaviotas. Sólo ahí uno es consciente realmente de quién está hecho para vivir en una zona costera, y tú, sin duda, eres una de esas personas.

Llegamos al puerto para tomarnos una cerveza y después cambiamos de sitio para comer una fritura de pescado. Realmente es una de los mejores que he comido en mi vida y con ese marco, ¿qué más se puede pedir? ¿Podía ir la cosa a mejor? Podía...

Una vez que terminamos de comer volvemos al coche y cambiamos de zona. Ahora nos vamos a Calblanque. Siempre he estado ahí en verano, es una muy buena playa, protegida y por ello, perfecta. El agua siempre está limpia, la arena, de color anaranjado, crea una sensación de tranquilidad y "paraíso" único. Bajamos hasta la playa y llegamos a una zona, en la entrada de una pequeña gruta, donde echamos las toallas a la arena y nos tumbamos. Son las cuatro de la tarde y ya está atardeciendo. Aún así, el sol calienta bastante. Hace un buen día, todo está despejado y se puede disfrutar perfectamente de la playa, del sol, de tí...

Es en ese momento, mientras nos besamos, cuando recuerdo el sueño. "Sólo estás tú, de pie, encima de una roca, con las manos en los bolsillos, y las olas rompiendo debajo tuya. Escucho el mar, noto el sol en la cara. Te giras, me miras y sonríes." Era esa playa, la playa de mi sueño. Estábamos en Calblanque, solo que ahora era mucho mejor que mi sueño. Te quedas tumbado boca arriba, con los ojos cerrados, disfrutando del momento y casi en un estado de nirvana. Te miro en silencio. Recorriendo con la mirada toda tu cara. Tu frente, con el brillo del sol, tus cejas, tus ojos, con sus largas pestañas. La nariz, fina, recta, perfilada, perfecta. Tus labios, esos labios que me vuelven loco, perfectamente delineados, suaves, carnosos. Labios que consiguen que un escalofrío me recorra de arriba a abajo cada vez que están cerca de los mios. Cuando los siento húmedos, rozándome, besándome. Cuando pellizcan mis labios dulcemente para terminar con un suave beso. Es excitante sólo pensar en ellos.

Aprovecho tu postura para apoyarme en tu pecho y en ese momento quiero que se pare el tiempo, que el atardecer dure unas horas más. No existe nada más, no hay problemas, nadie me busca y yo no quiero ser encontrado. Noto tu corazón en mi mejilla, mi cabeza sube y baja al ritmo de la respiración, y cierro los ojos. Me dejo llevar por esa sensación que tanto echaba en falta. Es relajante. De fondo el mar. El sol en la cara, notando el calor. Tú. Yo.

"No te muevas, quédate así." Esa frase la repito cada segundo, intentando concentrarme lo suficiente, por si pudiese hacerlo real, parar todo en ese momento y prolongarlo a mi antojo.

Por desgracia el tiempo no se para, y tenemos que poner rumbo a casa de nuevo. Pero me quedo con esos momentos, ese silencio cómodo, volver a sentir a alguien vivo así de cerca. Realmente ha sido un dia que no tiene nada que envidiar a los mejores sueños. Porque consigues que los sueños se hagan realidad. Y por el momento, quiero seguir soñando contigo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El luto interior


Suena el despertador del móvil y rápidamente te giras para apagarlo... Bueno, apagarlo no, le das a esa fantástica opción para que suene dentro de otros cinco minutos. No quieres despertarle, así que lo haces con mucho cuidado.

Te das la vuelta y echas el brazo sobre el lado derecho, pero cae sobre la sábana. ¿Estará en el baño? Si, seguramente sea eso, estará en el baño.

Cada mañana lo mismo, suena el despertador y cuando vas a apagarlo, él aprovecha para cogerte desde atrás, te abraza y te pide cinco minutos más entre murmuros, medio dormido. Le agarras la mano, que te coje el pecho, y la aprietas sobre ti. Sientes el roce de su pecho en tu espalda, notando perfectamente los latidos de su corazón, su respiración en la nuca, sus pies calientes entrelazados con los tuyos. Pero hoy no ha habido abrazo. ¿Por qué se habrá levantado antes que tú?

Vuelve a sonar el despertador, lo apagas de nuevo y te giras, ésta vez un poco más despierto. Miras el lado de la cama, vacío. Es en ese momento es cuando aparece ese nudo en el estómago. Durante unos segundos has notado que el corazón no ha palpitado, para luego volver a hacerlo con más fuerza. Con tanta fuerza que duele. Entonces eres consciente de que no está en el baño.

No está, y no va a volver.

Te levantas y vas al baño, mientras intentas pensar alguna motivación para comenzar el día. Algún motivo por el cual seguir con tu vida. Ayer era él, ¿y hoy? ¿Qué motivo tienes para no quedarte en la cama? No puedes, no tienes fuerzas. En la ducha te derrumbas y empiezas a llorar. Las lágrimas se confunden con el agua que cae sobre tu cara. Te miras en el espejo y sólo ves a alguien con los ojos hinchados, pálido, y te preguntas dónde está esa sonrisa que te ha estado acompañando durante tanto tiempo.

Ayer murió y hoy es el primer día de tu nueva vida. Es difícil, lo sabes, pero tu vida continúa aunque él ya no esté en ella. Ese día se te hace eterno y no dejas de pensar en él, en cómo ha sucedido todo, en lo rápido que apareció en tu vida y lo rápido que se ha ido. Lo peor de los días después a su muerte es cambiar tus rutinas, rutinas en las que él era partícipe. Esa llamada durante tu tiempo de descanso en el trabajo, para ver cómo le iba el dia. Ese mensaje durante el cigarrito para contarle el último cotilleo de tu trabajo. Mensaje que siempre terminaba con un "TQ" o un "Tkm".

El peor momento llega por las noches. Te sientas en el sofá, enciendes la televisión y... y no consigues ver nada. Tus ojos sólo son capaces de ver las imágenes que proyectan tu mente: esas noches en el sofá, después de cenar. Él tumbado, tú encima, apoyando tu cabeza sobre su pecho, elevándote con cada respiración. Es curioso lo relajante que puede llegar a ser sentir la respiración de la otra persona sobre ti mismo, notar el bombeo de su corazón en tu mejilla. Son esos momentos en los que te das cuenta de que está vivo, y sientes un escalofrío al pensar que hay una persona que te ama, que vive por ti y que perteneces a su vida tanto como él a la tuya.

Apagas la televisión y te metes en la cama. Una cama que está vacía, como la noche anterior. Sientes los pies helados, y recuerdas cómo él ponía sus pies, siempre calientes, sobre los tuyos para calentarlos. No le importaba lo frío que los tuvieses. El nudo en el estómago sigue estando ahí. Te ha acompañado durante todo el día, apenas te ha dejado comer y en determinados momentos se intensificaba, hasta el punto de hacerte llorar. Es un dolor extraño. Sentir cómo algo te aprieta el corazón con tanta fuerza que te corta la respiración. No puedes contárselo a nadie, no puedes tomarte nada para calmarlo, no puedes correr y esconderte, aunque quisieras desaparecer de la Tierra en ese mismo momento. Sólo puedes llorar y desear que se pase.

Intentas dormir pero los recuerdos se agolpan sobre tu cabeza. Da igual si tienes los ojos abiertos o cerrados, sólo consigues verle a él. Y vuelves a llorar. Miras el móvil, por última vez ese día. Lo has estado mirando cada cinco minutos desde que te levantaste, como si estuvieses esperando una llamada que nunca se hace, un mensaje que nunca llega. Y no llegará, porque ya no está. Te repites esa frase cada diez minutos: "ya no está, asúmelo, ha muerto...". Casi sin darte cuenta te quedas dormido con el móvil en la mano, agarrándolo con fuerza como si en cualquier momento fueses a recibir la llamada que tanto esperas.

Cuando alguien se va, se va para siempre. No es fácil superar la muerte de alguien tan cercano, de alguien que tanto has amado. Te sientes perdido y desorientado. Ha sido mucho tiempo compartiendo el día a día, haciendo de tu vida, su vida y tus rutinas, sus rutinas. Compartiendo cada segundo y hablando de un "nosotros" en lugar de un "yo". Todos esos planes y proyectos que, con ilusión construías junto a él, y que ya no se podrán realizar. Ahora todo ha cambiado, vuelves a estar solo, vuelves a tener que actuar por tu cuenta. Y da igual si era una muerte anunciada, precedida por una enfermedad que sabías no tenía cura o si, por el contrario, ha sido algo repentino que no esperabas. La pérdida es igual, y la vuelta a tu rutina, sin él, es difícil.

Así comienza el luto. Intentas mantener viva la imagen de esa persona. Recuerdas los buenos momentos que pasásteis juntos, los viajes y escapadas de fin de semana, las fiestas hasta las tantas de la noche, las cervezas en la terraza de siempre con la misma gente de siempre, las tardes de Domingo en el sofá, durmiendo cada dos por tres, viendo cualquier película o serie bajada de internet y comiendo cualquier cosa y a deshoras. Pero lo importante del luto es aprender a vivir sin esa persona y para ello, lo mejor es asumir la pérdida lo antes posible. Ya no volverá así que, ¿por qué seguir mirando hacia atrás? Ahora comienza una nueva etapa y en ella vas a poder reencontrarte contigo mismo, volver a descubrir quién eres y, lo más importante, cómo eres. Da vértigo, pero es parte de la emoción que, oculta bajo mucho dolor, supone comenzar ese nuevo momento en tu vida, un nuevo camino, con todo por delante. No hay obstáculos, sólo nuevos retos. Nuevas caras, nuevas metas, nuevas ilusiones.

Querer ser feliz no es un delito y para ello, lo más cómodo es ponerse la careta de la sonrisa pues, el luto, se lleva por dentro. Te va a acompañar durante mucho tiempo, lo sabes, pero también sabes que poco a poco, el dolor que supone recordar momentos del pasado pasará a ser un simple recuerdo de una experiencia vivida, la cual te emocionará pero no añorarás, pues pertenece a tu pasado y como tal, queda atrás. Mira a tu alrededor y disfruta con lo que te rodea pues ya has comenzado tu nueva vida.

jueves, 19 de noviembre de 2009

La estrella fugaz


Me pongo las zapatillas, cojo una chaqueta, las llaves y salgo de mi casa.

En teoría salgo a pasear al perro, que va por la acera dándome tirones, deseando llegar al césped donde siempre lo suelto para que corra un poco. Llegamos, me siento en el banco y enciendo un cigarrillo.

Es curioso cómo cambia la temperatura en el otoño según pasan las horas. Este mediodía, cuando estaba sentado en ese mismo banco, iba con camiseta de manga corta, el sol me daba en la cara y estaba muerto de calor. Aunque corría una pequeña brisa, seguía haciendo calor. Ahora sin embargo, la camiseta de manga larga y la chaqueta apenas me calientan. Tengo las manos heladas y no me siento los dedos de los pies.

Apago el cigarro. Llamo al perro y voy de vuelta a mi casa pero, realmente no me apetece ir a casa. Llevo todo el dia allí, tumbado en la cama, sin hacer nada. Algunas conversaciones por el MsN, un par de visitas a los juegos del Facebook y poco más. Así que, en lugar de girar para ir hacia mi edificio, continúo recto.

Casi sin darme cuenta he empezado a hacer la misma ruta que hacía de pequeño, cuando iba caminando al colegio. Recuerdo esas mañanas cuando llamaba al timbre de mi compañero, Pedro, y juntos empezábamos la ruta junto a la rambla. Me encantaba cuando escuchaba el gallo, 8:15 de la mañana. El caballo de todas las mañanas se paseaba a sus anchas por la rambla mientras el dueño lo observaba desde la puerta de la cuadra. Pronto llegaríamos a casa de Paqui, para recogerla y continuar los tres.

Cuando llego al final de la rambla, en lugar de meterme hacia la calle donde vivía mi amiga, he continuado recto, llegando hasta la zona de los chalets con grandes muros que impiden ver cómo es la casa o el jardín. Sólo puedes hacerte una idea de cómo es la casa si consigues ver el tejado de la misma... Las calles son muy anchas y la iluminación demasiado escasa. No se escucha nada, excepto el roce de las uñas de mi perro sobre el asfalto. La calle tiene varias subidas y bajadas, no es llana, y el esguince del tobillo se resiente, pero me da igual, sigo caminando. Al menos ahora ya no tengo tanto frío.

Cuando era pequeño, recuerdo que íbamos a una casa que había abandonada en esa misma calle. Nos gustaba meternos en el jardín e intentar entrar en la casa, con nuestras linternas, pero siempre nos echábamos para atrás en el último momento. Estábamos a la espera de que alguien dijese: "yo no voy a entrar" para unirnos todos.

Sin darme cuenta he llegado al final de la calle y me ha sorprendido ver la claridad que había justo delante mía. Antes había un edificio allí, pero lo habían tirado y ahora en su lugar había un cartel anunciando la construcción de nuevas viviendas, con áticos. Mal momento para la construcción. La calle está completamente a oscuras. No hay ningún edifico alrededor, sólo un par de chalets con esos altos muros que quedan a mi espalda. El perro me mira y se sienta. No tiene ni idea de qué narices hacemos allí. Bueno, yo tampoco...

Algo ha llamado mi atención. He mirado hacia arriba y me he encontrado de pronto con todo un cielo estrellado. Me he quedado hipnotizado mirándolo, hacía tiempo que no veía tantas estrellas juntas, que no miraba al cielo una noche y podía ver lo que realmente nos rodea. Ha sido tal la concentración que tenía en ese momento que hasta me ha dado vértigo, he perdido la orientación y rápidamente he tenido que volver a mirar al suelo para situarme.

La última vez que me quedé mirando una noche estrellada fue hace siete años. Un verano que pasé junto a mi padre, su mujer con sus tres hijos y mi hermana. Habíamos alquilado un piso en una zona de costa muy tranquila y yo, con tal de no quedarme con ellos en casa, me bajaba todas las noches a la playa, a tumbarme sobre la toalla, que se humedecía con el salitre en cuanto la ponía sobre la arena. No hacía otra cosa que mirar las estrellas, preguntándome qué habría allí fuera y cuestionándome lo que todos hemos cuestionado alguna vez. Con lo grande que es aquello, ¿estaremos solos? Una pregunta absurda, apoyada por las miles de series y películas que nos hablan de extraterrestres y gentes de otros planetas, pero la duda la sigo teniendo...jeje. De vez en cuando se veía alguna estrella fugaz y recuerdo que siempre pedía el mismo deseo: "compartir ese momento con alguien". Es curioso cuando ves una estrella fugaz. Se ve tan pequeña, tan ligera, tan veloz. En realidad sólo se trata de una roca, posiblemente del tamaño de un edificio que, atraída por la fuerza de gravedad de la Tierra, se desintegra en cuanto entra en contacto con la capa de ozono. Curioso que algo, aparentemente fuerte, indestructible, se desvanezca en milésimas de segundo por la velocidad que llega a coger, dejando a su paso un rastro de polvo. Breve pero intenso.

Esta noche me ha pasado algo parecido. Estaba sentado en el borde de la acera, mirando al cielo mientras me fumaba un cigarrillo y escuchaba el jadeo de mi perro, sentado a mi lado, y los latidos de mi corazón. Cuando más concentrado estaba admirando cada detalle del cielo una estrella fugaz ha pasado. He cerrado los ojos y he vuelto a pedir el mismo deseo, pero ésta vez con un matiz. Quiero compartir ese momento, contigo.

Sé que por ahora ese momento no llegará, pero una sonrisa (de medio "lao") me ha acompañado durante mi vuelta a casa porque sé que, de alguna manera, ya he compartido ese momento contigo...

Shhhhh...


Cuando no hay nada que decir, lo mejor es permanecer callado...

martes, 17 de noviembre de 2009

Anoche soñé contigo

Terminé de ver el capítulo de LOST. Por fin me he decidido a ver esa serie que ha tenido a medio mundo pegado a la pantalla.
Acabo de empezar a verla y, por el momento, me está gustando bastante. Junto a Héroes, Samantha Who? y V (remake 2009) cada semana tengo unos cuantos capítulos que ver.

Terminó el episodio, abrí Spotify y le di al Play. Apareció la última canción que se estaba escuchando: What the world needs now is love, de Jackie DeShannon, de la BSO de La Boda de mi Mejor Amigo.
La última canción que sonó estando aquí ese mismo día, en mi cama, contigo. La canción que sonó en su momento, el primer día que viniste a verme. Tenías razón, el problema de poner banda sonora a esos momentos esque luego te traen recuerdos...

Me tapé, sintiendo el roce de las sábanas en el cuerpo. Ya sabes que no me gustan los pijamas. Coloqué el cojín en el lado derecho, me giré para abrazarlo, cerré los ojos y suspiré. Y llegó tu olor...

Tardé poco en dormirme, cojo el sueño rápido, y volviste a aparecer. No recuerdo muy bien ciertas partes, pero sí recuerdo un momento en concreto. Estábamos en El Ahorcado Feliz, como esa misma tarde, en la misma mesa, con la misma conversación que horas antes habíamos tenido. Pero ésta vez había algo diferente. No sé qué me dirías, pero terminó con un beso, entre la oscuridad de esa cafetería, con las luces en movimiento de las velas que hay en cada una de las mesas del local.
Cambia la escena, lo recuerdo. Pero no hay palabras. Sólo estás tú, de pie, encima de una roca, con las manos en los bolsillos, y las olas rompiendo debajo tuya. Escucho el mar, noto el sol en la cara. Te giras, me miras y sonríes. Estamos a 15 de Noviembre pero aún rozamos los 30ºC. Está atardeciendo y tú sigues allí, a lo lejos, en las rocas, simplemente mirando al mar.
Vuelve a cambiar la imagen. Estamos de nuevo en mi casa, en mi cama. Simplemente nos estamos mirando, muy cerca, casi rozando las narices. Paso el dedo índice por tus labios, despacio. Noto tu respiración sobre el dedo y cierro los ojos.

Son las 12:30 de la tarde, el sol entra por la ventana. Anoche debí dejarme la persiana subida. Escucho de fondo la música y, curiosamente, es la misma canción con la que me dormí. Me vuelvo a girar, de cara al cojín y me vuelvo a dormir...

Quiero seguir soñando... Pero una vez que te despiertas, se acabó el sueño...

Sólo me queda disfrutar de los momentos, cuando el corazón se me acelera al tenerte cerca. Disfrutar de esos silencios donde sólo la mirada habla. Los roces entre dedos mientras conduces... Y con el consuelo de que, no sólo a mi se me van de las manos esos momentos... jeje.

Ya veremos cuánto dura esto, pero, por si dura poco, disfrutemos mientras tanto, ¿no?

domingo, 15 de noviembre de 2009

Domingo de resaca

Pasa media hora de las 10 de la noche.

Hoy me desperté a las 11:00, desayuné algo y me volví a meter en la cama. No había nadie en mi casa; mi madre estaba disfrutando de su bici y el soleado domingo en el monte. Mi hermana estaba en el trabajo, pobre, su primer trabajo y es para los fines de semana...jejeje.

Aquí llevo todo el día, metido en la cama. En uno de esos Días Tontos. Anoche salí un rato, no fué una noche fuera de lo común. Una vueltecilla por el mismo pub de siempre para terminar en la misma discoteca de siempre. Estuve a base de cerveza hasta que mi estómago no podía más, hasta llegué a notar los botones de la camisa en tensión..jaja.
Por lo general, no suelo ir muy sobrio, o lúcido, cuando voy a la discoteca, pero anoche si que lo iba. La cerveza sube, pero no distorsiona, y anoche se veía perfectamente el panorama.
Triste, muy triste...

Fiesta SexBravo!! Con show porno!! Y allí que vamos todas las maricas en manada...como si nunca hubiésemos visto una polla........
Y show porno? No sé...yo me fui a las 5:30 y allí sólo estaban los gogos de siempre, en tanga y dos tios haciendo un streaptease con un pañuelo negro...típico. Por suerte me libré de pagar entrada, porque si no, eso era para hacer una reclamación.

La noche fue algo frustrante en cuanto a "ligoteo" se refiere. Aunque ya me estoy acostumbrando a la sensación de ser invisible. Bueno, invisible en ese momento porque hoy no han faltado los mensajes en diferentes perfiles de cuentas de "contactos" con el mismo texto de cada Domingo: "Anoche te ví en Metropol..." Pues genial, haberte acercado, haberme dicho algo. Pero es más fácil entrar por Internet, mandar un mensaje sin cara... Se ha perdido por completo esa costumbre de mirar, te miran, sonries, te sonríe, se acerca, "buenas", te das el teléfono, te tomas una copa con él.....

Lo peor llega cuando realmente hay alguien que te llama la atención. Me gusta, y sé que le gusto. No es la primera vez que nos vemos...je, ni mucho menos. Ya hay una historia en la espalda. Alguna que otra noche de pasión, miradas cómplices, muchas conversaciones... No es la mejor sensación del mundo? Cuando le ves a lo lejos y se te ponen los pelos de punta?
Debería serlo... si no fuera porque esa persona te tiene con una cal y otra de arena. Sin saber cómo actuar al verle. Me acerco? Saludo? Le beso...?

Haga lo que haga, no es lo que debería hacer. Si me dejo llevar, me estrello. Si me controlo, soy frío y distante.........
El caso es que como cada noche, vuelvo a mi casa solo. Me meto en la cama, miro el Facebook, pongo la música y a dormir... Dormir solo, en una cama que cada vez se me hace más grande y fría. Los cojines me ayudan.

Hay una estrofa en la canción "Una mañana" que refleja perfectamente ese momento y que, por casualidad, coincide con mis momentos diarios...
"Cada noche yo me duermo al lado izquierdo de la cama, a ver si en el derecho una casa se levanta, un abrazo se me escapa y te encuentro allí dormío, enroscaíto entre las sábanas..."
Y así me duermo yo cada noche, en el lado izquierdo, mirando hacia la parte derecha, abrazado a dos cojines que hacen su papel...

Dia tonto... mañana será otro día. Y algún día, tendré que apartar esos cojines....

viernes, 13 de noviembre de 2009

Tiempos de crisis...


Casi un año desde la última actualización, y vaya año.

Año de muchos cambios, de contrastes, de extremos. Año de risas, de lágrimas, de emociones, de frivolidades...

Echando un pequeño vistazo atrás, podría decir que ha sido un año bueno, en general. El problema es que, las cosas malas, han sido realmente malas...
Si miro las buenas, bueno. Desde el viaje a Cuba, el cual cambió una parte de mí, pasando por la consolidación de mi amistad con Miguel, con el cual ya no sé qué haría si no estuviese. El verano, en el cual he disfrutado como un niño chico de todo,como los miércoles en Boys (Torrevieja), jueves y viernes en Temperatura Ambiente, sábados en Byblos (Alicante) y los domingos repitiendo en Boys; las vacaciones de Septiembre, con esa semana en Gran Canaria, con Vicky, el salto en paracaídas, que ha sido la mejor experiencia que he tenido en mi vida, la más difícil de describir y.... y la más cara...jeje.
Las dos semanas en casa de Jose, en Madrid. Con Carol, Josito Móstoles, Beli, Silvy... cuánto les echo de menos...

Las cosas malas casi que prefiero ni mencionarlas. Simplemente comentar dos frases: "mejor sólo que mal acompañado" y "a perro flaco, todo se le vuelven pulgas".

Y ahí queda eso. Digamos que serían las dos frases que mejor resumen las cosas malas de este año. Realmente ha sido una tras otra, con grandes decepciones (tanto a nivel sentimental como de amigos), bajas médicas, problemas económicos, malestar laboral...

Prefiero pensar que ahora comienza otra etapa, la cual empiezo con ilusión, como cada nueva etapa. Hay proyectos por delante, nuevas metas, nuevos propósitos.

Hay muchas caras nuevas. Hay otras sin embargo, que ya no están. Hay caras que han pasado de largo, hay otras que vienen de lejos, y parece que por el momento, se quedan... También han habido muchas caras "duras", y alguna que otra "mala" cara........
A esas caras nuevas, gracias por haber aparecido: Diego&Gerardo, Tere, Vicky, Jesús (primo..jeje), Javi (DeTodos), Antonio (Toñi...), Victoria (Romanovska), Primo Antonio, Nacho, Sergio (Jumilla), Rober, Juanfra (El Roda), Blas, Pablo...
Porque, al menos a día de hoy, aportáis... y seguro que seguiréis aportando durante un tiempo.

Y por supuesto, gracias a Miguel, cómo no! Por haber estado ahí siempre... Te quiero melón, ya lo sabes, pero por si se te olvida en algún momento... jejeje.


Mi cara permanece con una sonrisa porque, siempre he pensado que el tiempo pone todo en su sitio.

Sólo falta esperar a que encuentre el mio...