martes, 24 de noviembre de 2009

Quédate así



Son las 10 de la mañana, Domingo, y estoy sentado en la cama junto al ordenador, haciendo tiempo hasta que llegues. No creo que tardes mucho.

Suena el móvil, eres tú. Termino de vestirme y bajo corriendo hasta salir a la calle. Tengo más ganas de verte de lo que me gustaría reconocer y de las que jamás te reconoceré. Empiezo a andar por la calle, hasta que nos encontremos a medio camino.

Ya te veo al fondo, me das las largas y aparcas. He podido ver tu sonrisa a través del cristal y sin quererlo, he sonreido yo también. No puedo evitar ponerme nervioso cuando te veo y siempre, las primeras palabras que salen por mi boca se traban con la lengua, emitiendo extraños sonidos parecidos a frases... Lo cual me pone más nervioso aún, por lo que opto siempre por ser escueto en el saludo e intentar tranquilizarme antes de empezar cualquier tipo de conversación. Tú no te enteras, intento disimular lo máximo posible, pero tengo la sensación de ser una quinceañera delante del chico "del insti" que tanto le gusta. Ridículo. Soy ridículo.

Ponemos rumbo a Cabo de Palos y casi sin darme cuenta nos plantamos junto al faro. Nunca había estado allí. La verdad esque, he viajado bastante, me he movido por cientos de ciudades y pueblos españoles pero, sin embargo, apenas conozco el litoral de mi propia tierra.

El paseo por el faro y la bajada hasta el puerto, por la orilla de las rocas y los desfiladeros, viendo cada pequeña cala, las aguas cristalinas, las zonas de buceo. Es única esa imagen. No puedo evitar quedarme callado en demasiados momentos, mirando el mar, sintiendo el viento, mirándote y ver cómo disfrutas observando las playas, respirando el salitre y oyendo a las gaviotas. Sólo ahí uno es consciente realmente de quién está hecho para vivir en una zona costera, y tú, sin duda, eres una de esas personas.

Llegamos al puerto para tomarnos una cerveza y después cambiamos de sitio para comer una fritura de pescado. Realmente es una de los mejores que he comido en mi vida y con ese marco, ¿qué más se puede pedir? ¿Podía ir la cosa a mejor? Podía...

Una vez que terminamos de comer volvemos al coche y cambiamos de zona. Ahora nos vamos a Calblanque. Siempre he estado ahí en verano, es una muy buena playa, protegida y por ello, perfecta. El agua siempre está limpia, la arena, de color anaranjado, crea una sensación de tranquilidad y "paraíso" único. Bajamos hasta la playa y llegamos a una zona, en la entrada de una pequeña gruta, donde echamos las toallas a la arena y nos tumbamos. Son las cuatro de la tarde y ya está atardeciendo. Aún así, el sol calienta bastante. Hace un buen día, todo está despejado y se puede disfrutar perfectamente de la playa, del sol, de tí...

Es en ese momento, mientras nos besamos, cuando recuerdo el sueño. "Sólo estás tú, de pie, encima de una roca, con las manos en los bolsillos, y las olas rompiendo debajo tuya. Escucho el mar, noto el sol en la cara. Te giras, me miras y sonríes." Era esa playa, la playa de mi sueño. Estábamos en Calblanque, solo que ahora era mucho mejor que mi sueño. Te quedas tumbado boca arriba, con los ojos cerrados, disfrutando del momento y casi en un estado de nirvana. Te miro en silencio. Recorriendo con la mirada toda tu cara. Tu frente, con el brillo del sol, tus cejas, tus ojos, con sus largas pestañas. La nariz, fina, recta, perfilada, perfecta. Tus labios, esos labios que me vuelven loco, perfectamente delineados, suaves, carnosos. Labios que consiguen que un escalofrío me recorra de arriba a abajo cada vez que están cerca de los mios. Cuando los siento húmedos, rozándome, besándome. Cuando pellizcan mis labios dulcemente para terminar con un suave beso. Es excitante sólo pensar en ellos.

Aprovecho tu postura para apoyarme en tu pecho y en ese momento quiero que se pare el tiempo, que el atardecer dure unas horas más. No existe nada más, no hay problemas, nadie me busca y yo no quiero ser encontrado. Noto tu corazón en mi mejilla, mi cabeza sube y baja al ritmo de la respiración, y cierro los ojos. Me dejo llevar por esa sensación que tanto echaba en falta. Es relajante. De fondo el mar. El sol en la cara, notando el calor. Tú. Yo.

"No te muevas, quédate así." Esa frase la repito cada segundo, intentando concentrarme lo suficiente, por si pudiese hacerlo real, parar todo en ese momento y prolongarlo a mi antojo.

Por desgracia el tiempo no se para, y tenemos que poner rumbo a casa de nuevo. Pero me quedo con esos momentos, ese silencio cómodo, volver a sentir a alguien vivo así de cerca. Realmente ha sido un dia que no tiene nada que envidiar a los mejores sueños. Porque consigues que los sueños se hagan realidad. Y por el momento, quiero seguir soñando contigo.

No hay comentarios: