jueves, 26 de noviembre de 2009

Una carta sincera


Son las 4 de la mañana, Miércoles, bueno, ya Jueves. Por más vueltas que doy en la cama no consigo dormir y tú no sales de mi cabeza. Tengo miedo, sinceramente, miedo a que tus fantasmas consigan alejarme de ti.

Sin querer he comenzado a recordar. Domingo por la tarde. Salí corriendo de mi casa hacia la moto, me puse el casco, con cuidado para no despeinarme demasiado y rápidamente salí en dirección al centro. Estaba nervioso, nervioso por ser la primera vez que iba a verte. Tan sólo nos conocíamos una semana y, realmente, no habíamos hablado mucho, pero había habido una conexión especial. He conocido a mucha gente a través de Internet de los cuales algunos aún permanecen en mi vida, habiendo llegado a ser grandes amigos o incluso, grandes parejas. Otros han pasado dejando un buen recuerdo pero sin mayor transcendencia. Y hay quienes prefiero ni recordar. Los motivos por los cuales he quedado con cada una de esas personas ha sido bastante variado y no era nada nuevo quedar con alguien "desconocido" con el que había cruzado unas cuantas palabras por el MsN. Sin embargo, hoy estaba nervioso. Ya en la primera conversación hubo algo diferente al resto.

Llegué al centro, aparqué y fuí al punto de encuentro. Me encendí un cigarro casi sin darme cuenta, como por costumbre y miré el reloj. "Bien, como siempre, puntual. Seguro que me toca esperar, siempre soy yo el que espera...". Iba por la acera, acercándome cada vez más hasta la esquina donde habíamos quedado y poco a poco iba acelerando el paso. Estaba ansioso por llegar, por verte, tenerte delante. Había mucha gente paseando, hacía una buena tarde y la gente disfrutaba de los primeros días del otoño, el cual arrancó con mucha fuerza pero que poco a poco nos devolvía a días más veraniegos que invernales. Y entonces te ví, al otro lado de la avenida que nos separaba. Estabas apoyado en el murete que rodeaba el edificio. Llevabas una camisa de cuadros azules y grises sobre el fondo blanco y remangada hasta la altura del codo. Los pantalones vaqueros, gris oscuro, y unas zapatillas estilo Converse en gris claro. Me miraste y sonreíste, con esa sonrisa que hacía que el sonido que emitían mis pulsaciones se convirtiese casi en un rumor contínuo de la velocidad con la que comenzaba a bombear sangre. Crucé la avenida, sin apartar la mirada, mientras tu te acercabas lentamente hasta el borde de la acera para encontrarte conmigo. "Buenas".

Ha pasado más de un mes y medio desde aquel encuentro, el cual se prolongó hasta la madrugada, dejando de lado compromisos. Nos dejamos llevar. Saltó la chispa y, esa noche, comenzó un fuego que poco a poco se va haciendo más grande. Va lento, pero va creciendo. Y es curioso que, a pesar de hablar a diario, habernos visto ya unas cuantas veces e incluso, haber compartido más de un bonito momento, me sigue costando mantener la calma cuando te veo.

Aún así cada noche comienzo a levantar un muro. Voy colocando ladrillo a ladrillo, entre la masa de cemento. Siempre procuro que sea bien alto, que quede bien asentado y que el cemento tenga un tiempo de secado lo más rápido posible porque tengo miedo de que alguien descubra que tras ese muro existe un corazoncito más frágil de lo que muchos puedan pensar. Miedo de dejarme llevar ante algo difuso. Pero por otro lado, ese miedo supone un reto y un riesgo, y como todo riesgo, conlleva emoción. Son miedos que cada mañana consigues echar por tierra, al igual que mi muro, que cae como si hubiese sido construído con ramas secas y barro, en cuanto me despierto y veo un mensaje tuyo en la pantalla del ordenador, dándome los buenos días y que hacen que me quede un rato en la cama mirando al techo, sonriendo, como sonrío ahora mientras escribo esto y recuerdo cómo son mis despertares últimamente.

Me encanta este cariño que nos hemos cogido. Esa rutina absurda que estamos creando de hablar a diario y que, poco a poco, se hace casi imprescindible. Ya me he acostumbrado a ti, y creo que tú a mi. Estamos cómodos, estamos bien. Sin más, pero tampoco menos. Si necesitas una mano que te coja, recuerda que estoy aquí, a tu lado.

1 comentario:

Individua dijo...

La verdad es que me identifico en muchos aspecto contigo. Yo conocí a una persona hace 2 meses y lo veo a diario, pero me sigo poniendo nerviosa cada vez que lo veo.

Un saludo!